jueves, 1 de diciembre de 2011

Diamante - Jorge Fandermole


Me han regalado un diamante
y no se qué hacer con tanta luz;
abro mi mano un instante
y brilla hasta el cielo limpiando el azul.
Es sobre todas las cosas
mi piedra preciosa invisible en su faz
y en el envés transparente
su forma latente se vuelve real.
Quién sabe por qué misterio
elige mi pecho para anidar;
de qué incendiado silencio vendrá,
de qué punto del mapa estelar.
Me agujereó la camisa
marcándome dentro su cronicidad,
su pulsar de lejanía
con relojería de puro cristal.
Ahora voy ya sin aliento
planeando en el viento y llevándolo al mar.
Voy a arrojarlo a la espuma
entre el agua y la duna y a verlo brillar.
No puedo llevar conmigo
este brillo cautivo, esta piedra lunar;
en mi campo oscurecido
su luz de infinito no puede durar;
y él fulgura, fulgura,
y me ciega su precioso don;
fulgura, criatura,
libre de la noche de mi corazón.
A veces llega del cielo
un presente que nunca nadie previó;
pero existe uno tan bello
del que no quisiera tomar posesión.
Vino su luz del vacío
y me duele ponerlo de nuevo a viajar;
este regalo tardío
no puede ser mío sino del azar.
Ahora voy ya sin aliento…

QUE SON ESAS PALABRAS (A. Callaci / R. Bielsa)



Veinte años vivieron el uno junto al otro 
veinte años de cardo de cereal y de trilla 
la rueda del molino, acompasaba las horas 
y el invierno dormia en la hiedra amarilla. 
El cuidaba de todo, con prudencia callada 
lo mismo los ganados, que la cosecha fina 
ella cruzaba el patio, como rueda de espuela 
entre el pozo de agua, la mesa de harina. 
En inviernos atroces, en veranos soleados 
durante veinte años, se hicieron compañia 
nunca se preguntó, si la habia querido 
que son esas palabras, estaba y la tenia. 
El no necesitaba noción mas detallada 
que conocer su nombre, y el nombre lo sabia 
él la llamaba Carmen en la sombra y la tarde 
cuando la luz es lámpara de mecha tardia. 
Veinte años vivieron el uno junto al otro 
sin ver apenas médico, peón, colono, artista 
el tren pasaba lejos como un cuento de infancia 
y el no se preguntaba si en verdad la queria. 
Ella murio lustrando la vajilla de plata 
en el ancho silencio de la tarde vacia 
el aprendio de golpe, como caen las heladas 
que el amor es amor, aunque no se lo diga.